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Sedas y diamantes ··Zuleya··
Sedas y diamantes ··Zuleya··
Otra cosa que Shahisha no soportaba era la escasez de materia prima que se había impuesto desde hacía varias semanas en Talos. La problemática del comercio marino había llevado a una merma en los apreciados recursos de su profesión, con su consiguiente inflación. Y no era el único negocio que estaba sufriendo la falta de materia prima. Sólo quería diamantes blancos, un puñado de diamantes cristalinos con los que poder trabajar en el nuevo diseño de una gargantilla, pero ni siquiera eso podía conseguir una mujer trabajadora en aquella maldita ciudad con sus idas y venidas. Había tenido que dejar atrás a su proveedor habitual y sumergirse en aquellas calles para encontrar algo de calidad que no fuera ridículamente caro. Claro, podía permitirse pagar lo que quisiera por un puñado de diamantes, pero tendría que ser una vendedora muy eficaz para conseguir que alguien le comprara la joya después por un precio justo. Era buena, claro que era buena, pero ciertos problemas con la Inquisición habían despopularizado su trabajo en las altas esferas. Para recuperarlo necesitaba joyas excepcionales, joyas que no podría fabricar sin esos puñeteros diamantes.
Cruzó la calle pasando por tiendas de tejidos hasta que, intentándo esquivar los charcos sucios y aposentados en el empedrado del suelo cuando tropezó con alguien.
—Oh, disculpe…
Invitado- Invitado
Re: Sedas y diamantes ··Zuleya··
Aquel día estaba ya en el limite de quedarme sin telas así que tenía que salir a comprar mas si quería seguir trabajando y atendiendo los pedidos que ya me habían solicitado. Así pues me vestí con un vestido blanco y rosa algo transparente y provocativo, me maquille mis labios con aquel color negro que tanto me gustaba, me arregle un poco el pelo y salí de mi tienda para dirigirme al lugar donde de normal compraba las telas que necesitaba y que en aquellos momentos necesitaba como el aire mismo para respirar.
Caminaba por la calle con tranquilidad, dedicandoles sonrisas un tanto picaras aquellas personas que me miraban con ojos deboradores. Debía decir que había sido precabida y por una vez usaba ropa interior de arriba con un bestido para cubrir mi cicatriz pero aun así me encantaba que me desnudaran con la mirada; me encanta y a su vez me excitaba. No iba a mentir que desde lo de aquella vez mi apetito sexual se había disparado y ya había yacido con mas de una persona en la cama.
Yo iba tranquila, sin prisa alguna porque realmente nadie me esperaba aquel día ni tenía ganas tampoco de hacer ninguna locura sexual; aquel día únicamente me apetecía estar tranquila y conocer a alguien para meramente hablar sin que me avalanzara sobre esa persona con ganas de hacer el amor o cosas sexuales. Fue de repente que alguien tropezó conmigo haciendo que me diera de bruces contra una pared. -Auch- Me quejé antes de escuchar la voz de una chica pedirme disculpas.
Nada mas me di la vuelta pude ver a una chica muy guapa con semblante arrepentido y que no parecía tener mucha mas edad que yo. Le dediqué una enorme sonrisa mientras me frotaba mi semidesnudo hombro derecho que era el cual había impactado contra la pared. -Tranquila no ha sido nada ¿tu estas bien?- Le pregunte con amabilidad deteniendome delante de ella para mirarle fijamente a esos preciosos ojos que tenía con la sonrisa siempre en el rostro.
Invitado- Invitado
Re: Sedas y diamantes ··Zuleya··
El primer instinto era revisarse las faldas pero se giró para comprobar el estado de la persona con la que había tropezado. No era muy usual tropezarse con esclavos o humanos, los primeros tenían muy bien aprendida la sumisión y poseían una habilidad especial para hacerse invisibles, y los segundos sabían que era mala idea cruzarse en el camino de un dragón. Evidentemente era una dragona, vestida con una fastuosidad apabullante para un día de aquel calado. Las transparencias de su ropa no dejaban lugar a la imaginación pero era lo normal entre las dragonas así que Shahisha apenas se percató en ello. Lo primero que llamó su atención fue el carmín. Aquel color oscuro se bebía la luz del rostro, del vestido, ese tono apagado y monocorde, poco usual en los afeites llamaba la atención.
—Sí, sí… Sólo ha sido un tropezón tonto. Estos malditos charcos me sacan de mis casillas… Hizo una ligera inclinación de cabeza—. Le ruego que me disculpe.
Invitado- Invitado
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